jueves, 13 de noviembre de 2008

Otro día más sin ti.


Anoche volví a hablar contigo. Quizás hubiera sido mejor no hacerlo. Me sentí como un extraño, y te sentí increiblemente lejana.
Bromeamos, disimulé que todo iba perfecto, que somos buenos amigos. Hoy me duele el alma.

Ahora mismo, mientras escribo estas lineas, se humedecen mis ojos con la amargura. Seamos amigos, me dijiste. Seamos buenos amigos... Es tan doloroso que verte y no desnudar mis sentimientos me va despojando de trocitos de vida.


Anoche me di cuenta de que mantener la esperanza de que tu corazón vuelva a abrirse para mí es hacerme más daño aún, pero no puedo pensar de otro modo. Sé que no va a suceder, que ya no volverás a mí, pero no puedo evitar agarrarme a esa especulación emocional.


Yo te quiero, y necesito que lo sepas. Pero cómo decirle a quien amas, si te ha pedido que ya nunca se lo hagas saber, lo que sientes sin hacerle daño.


Esto me está segando la vida. En realidad te dije que hay otros factores a mi alrededor que me han hecho estos últimos tiempos estar mal, y es cierto, pero esto ha sido lo que más me ha afectado. De repente no existe nada que no seas tú y tu adiós.


Lo mejor sería que desapareciera de tu vida para siempre. Que no volviera a cruzar una palabra contigo, pero no puedo. No puedo porque soy un iluso, y aunque la razón me diga que ya jamás estarás conmigo el corazón no se resigna a estar sin ti.


Te necesito más que el aire que respiro, ese aire que desde que me pediste callar mi amor, me falta.


Te quiero, Alejandra, y no poder decírtelo está acabando conmigo. Has sido la persona más importante en mi vida y de pronto ya no estás en ella. No puedo decirte adiós, pero me duele demasiado estar cerca de ti.


Ya no sé qué hacer para detener esta muerte lenta que me está atrapando.


Qué iluso he sido siempre.

No hay comentarios: