martes, 30 de agosto de 2011

Aún sin ti, te tengo conmigo.

Hoy me senté frente a este monitor y me puse a recordarte entre imágenes no olvidadas y deseos mantenidos. Dibujaba en tu rostro sonrisas inocentes vertidas hacia un yo imaginado por mi propia ilusión. Deseaba encontrarme contigo y regalarte mis chistes malos para recoger tus risas libres como tantas veces ocurrió.
Pienso mucho en qué sería hoy si las cosas hubieran sido de otro modo aunque comprendo que no me hago ningún favor, pero es muy difícil vivir de otro modo. Son muchas las cosas que me recuerdan lo que siento por ti: una canción escuchada por casualidad, una cabellera dorada enredándose con el viento, o simplemente una mala jugada de mi imaginación...
A lo largo del día me encuentro con muchos signos que convierto en un recuerdo tuyo y así no voy a desahuciarte nunca de mi mente.
Ya me he acostumbrado a vivir así, sin importarme si es bueno o malo, porque te has enraizado muy hondo dentro de mí.
El tiempo nunca detiene su marcha, pero de algún modo se paró el día que despedimos las palabras cariñosas y los sentimientos confesados, porque aún vivo en aquel instante, aunque hoy ya no se me desgarra el corazón.
El dolor dió paso a un vacío que no me impide sonreir, pero tampoco me permite llegar a ser feliz.
Hoy, mi pequeña estrella, sigo pendiente de un cielo donde tantas veces dirigimos nuestras miradas para encontrarnos en algún lugar remoto sólos tú y yo, quizás en mi luna, quizás más allá.
Te quiero, basíleia, por siempre.

jueves, 11 de agosto de 2011

Un día de verano...

Los días se suceden en esta monotonía emocional sin que nada nuevo suceda, ni dentro ni fuera de mi imaginación.
Camino perdido en mis pensamientos, en el recuerdo de quien un día fuiste, y divago entre fotografías buscando una mirada que ya nunca se posará en mi ojos.
Mantengo el ancla echada, sin poder izar velas y navegar de nuevo por el mar de la vida, sin saber muy bien por qué no puedo olvidarte ni desprenderme de lo que un día amaneció en mi corazón dedicado a ti, este amor que se adhirió a mi ser y ya no se quiere ir.
Muchos días me sorprendo imaginándote, pensando qué será de ti, qué harás en ese mismo instante, y si tendrás algún pensamiento dedicado a mí. Es irracional, lo sé, pero tampoco puedo evitarlo. Todos los días acabo contigo dentro de mí, en un momento u otro de cada jornada, impregnando mi mente con tu irreal presencia.
Hace mucho que no cuento estrellas desde mi tejado, ni le hablo a la luna de ti en las noches en las que está llena. Me gustaría hacerlo, pero sé que entonces sólo pensaré en mi soledad, y te echaré aún más de menos, así que cierro mis ojos y trato de conciliar un sueño al que a veces le cuesta llegar, (siempre he tardado mucho en dormir), e inevitablemente acabas siendo mi último pensamiento.
¿Cuántos años han pasado??? ¿Cuántos pasarán? No he dejado de amarte ni un sólo instante a pesar de no tenerte, y ni la distancia ni el silencio han sido capaces de borrar de mi alma este sentimiento imperecedero que jamás sentí igual por ninguna otra persona. Ya ves, que tú esperabas que en no mucho tiempo acabara olvidándote y lejos de eso, no he dejado de recordarte ni un sólo día.
Tengo muchas preguntas que me gustaría hacerte y que jamás te preguntaré, y muchos sueños que no se harán realidad, pero en mi deseo está el que encuentres un Peter Pan que te haga viajar a un Nunca Jamás del que no regreses ya nunca porque allí encuentres la dicha más absoluta.
Siempre tuyo, siempre enamorado.