sábado, 5 de noviembre de 2011

Te echo de menos, mi pequeña estrella.

Hoy es sábado, un sábado de otoño empapado por las lágrimas de lluvia que incesantes salpican el exterior.
Desde mi ventana dejo volar la vista más allá del color gris con que se maquilla esta tarde sabatina y buceo en aquel recuerdo de una canción con la que imaginaba una tarde de lluvia donde mis dedos acariciaban tu piel en el refrejo del cristal de la ventana.
Ahora escucho otra melodía diferente que no obstante recupera tu recuerdo en mi memoria y hace que se dibuje una sonrisa en mi boca.
De algún modo también es otoño en mi interior, cayendo las ilusiones como las hojas pardas de los árboles caducos, pero me abstengo de sentirme desdichado o deprimido; ese tiempo ya pasó.
Tal vez me vista con una soledad que ya no es elegida sino impuesta por la soberanía de tu presencia en mis sentimientos que me impiden mirar hacia otro horizonte, pero lleva tanto tiempo conmigo que me he acostumbrado a su compañía silenciosa.
El tiempo sigue caminando hacia el futuro y yo le acompaño a cada paso, pero una parte de mí se quedó parada en un pasado aún cercano que poco a poco se va perdiendo de vista en la distancia temporal, una parte donde residen alguno de los sentimientos más trascendentes de mi alma. No sé si algún día los recuperaré o los dejaré atrás para siempre.
Me enamoré sin pretenderlo y aún hoy sin entender por qué. Pero el amor no tiene explicación, simplemente entra sin pedir permiso y se adueña de nuestra mente conquistandola sin remisión.
Hoy sí que puedo decir que intenté olvidarte y recuperar esa parte de mí que se quedó anclada en el ayer, pero no he podido porque cada día te traigo a mi memoria y sigo echándote de menos; aún te quiero.