viernes, 14 de noviembre de 2008

La verdad siempre prevalece.


De nuevo vengo a este rincón, en cierto modo a autocompadecerme una ocasión más. Supongo que soy demasiado iluso como para querer aceptar la realidad que se muestra una vez tras otra de manera solemne y lo único que sé es mirar para otro lado evitando encontrarme con esa verdad que no quiero asimilar.

No puedo dejar de pensar en ti, ni tampoco quiero hacerlo. Hablo contigo y tengo que hacer esfuerzos tremendos por no decirte que para mí la vida de verdad empezó contigo y sin ti seguiré soñando, ilusionado con una fantasía irreal que siempre pensaré posible hasta que la locura venza a mi razón o la vida, allá en la distancia temporal, arranque ya con su fin cualquier recuerdo o esperanza.


Sólo amé una vez antes de ti, y fue un amor infantil, o adolescente, aquel primer amor perdido ya en el tiempo, aunque ciertamente guardado en una memoria ermitaña, sólo aventurada a alejarse de su propia caverna cuando apareciste tú.


En mi vida no ha habido amor más verdadero ni intenso que el que tú has hecho nacer en mis entrañas, y hoy tengo que agotar mis fuerzas por hacerte sonreir en un momento complicado para ti y no por esto, sino causas ajenas al sueño que un día vivimos, aguantándome mis ganas y necesidad.


Pero aunque no te sintieras así, tampoco podría decirte nada de esto, sólo disimular, hacer como que todo va bien, y sonreirle a la vida cuando tú estás cerca.


Te quiero, mi pequeña estrella, y no importa cuán lejos estés, ni quizás una futura desconexión completa, porque mi corazón no entiende de otra cosa que no seas tú, hoy, mañana... Siempre.


Descansa, mi más hermoso sueño, aunque ya no pueda ser vigía amante de tus mundos oníricos.


Las cosas se van aclarando para mi desesperación, pero yo seguiré amándote en silencio aún cuando ya no estés.

No hay comentarios: