martes, 9 de diciembre de 2008

Un camino sin recorrer.


El amanecer saludó al nuevo día sumergido en un manto blanco y frío, preludio de un invierno que allá en el horizonte deja entrever ya unas manos heladoras que vienen a abrazar nuestras vidas cerca de la Navidad.

Y yo, al abrigo de un calefactor sucumbo de nuevo al recuerdo de tu paso por mi vida, de tus gestos burlescos a veces y tiernos otras tantas; princesa de mi cuento de hadas vestida de gala cada vez que estás presente.

Se cruzaron de nuevo nuestras voces sin dejarnos gritar sentimientos: ¿por qué?

Mi corazón, más allá de cualquier duda, dolor o desconsuelo vive empapado de un amor que no perecerá jamás, pues eres mundo y vida, aire, sol y agua, cielo y tierra. Reflejo en ti cada uno de mis deseos, y trato de proyectarte mis ansias de ti, pero es una lucha desigual. Trato de decirte lo que quiero que tú sepas, y a la vez trato de callarlo en respuesta a tu deseo de no saber. ¿Cuánto aguantaré así? Casi se escapan las palabras de mi boca sin poder retenerlas, sin saber cómo acallar algo que crece dentro de mí sin espacio para expandirse. Es difícil, amor mío, y no quiero causarte mal, pero no sé cuánto podré aguantar este silencio sólo roto en breves fragmentos de texto plasmados en este rincón lejano.

Sigo soñando contigo, pendiente de un suspiro, de alguna señal que me hable de tus pensamientos, de tu sentir. Si pudiera decirlo ahora mismo sabrías que te quiero, y lo repetiría una y otra vez, recuperando todo el tiempo, ya más de un mes, que he tenido que guardar silencio.

Quizás sea un para siempre la penitencia de cerrar mi voz al amor, pero en mi infantil esperanza sigo pensando que tal vez un día bajes de nuevo el portón y atraviese el puente levadizo que lleva a tu castillo de ensueño, y al pisar otra vez el albero más allá de los muros que lo rodean, disfrute de nuevo tu figura en la almena, mirandome con una sonrisa dibujada en tu boca, y el amor acunado en tu corazón.

Te dije una vez que tengo mucha paciencia; tanta como para esperar toda una vida aún a riesgo de que se termine sin haber estado contigo. Tan sólo el deseo de que ocurra hará que merezca la pena esperar. Jamás podré amar a nadie como te amo a ti, pues no es un amor humano sino del alma.

Búscame entre tus sueños si aún deseas un abrazo mío, pues allí estaré, sentado, esperando para hacerte feliz.

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