viernes, 12 de diciembre de 2008

Te quiero, te quiero, te quiero...




Hoy la luna se ha querido escapar de mi mirada tras una niebla protectora. Pero antes de que la cubriera por completo pude verla brillar en esta invernal noche y pensé en ti. Luna llena, inspiradora de ilusiones y fantasías, tantas como soñé contigo.


Te vivo, y te siento, mi Alejandra querida, y te echo de menos. Recuerdos que aparecen sin avisar primero, a traición, para decirme que sigues viviendo en mí. Imágenes de un tiempo que va quedando atrás significativas de cuanto siento y quiero, de lo mucho que te amo.


Tu hermosa cabellera, tu mirada misteriosa, casi siempre oculta a mi mirar; y esos labios que como cantos de sirena anulan mi consciencia y me hacen prisionero de deseos inalcanzables ya.


La sencillez de mis palabras sólo buscan decir "te quiero, Alejandra, desde el primer día que naciste a mis sueños hasta el día que el espíritu abandone mi cuerpo". Te quiero, y lucho cada día por mantener intacto este amor que tanto tiempo me costó encontrar.


Un ser perfecto en tu propia imperfección, tan distante y tan cercano, tan amado y tan prohibido...


Pero te quiero, Alejandra, te quiero, te quiero. Qué me importa si el viento ya no lleva mis palabras, y tus ojos no las pueden ni leer, o tu oído traicionero algún día escucha otro querer; te quiero, Alejandra, te quiero, te quiero, y lo demás no importa ya.


Qué quiero si no estás; y qué necesitaba cuando acompañabas mis pasos. Tú eres todo cuanto yo deseé, y después de haberte conocido no necesito nada ya, pues todo lo que pueda yo querer existe sólo en ti.


Por fin encontré ese amor verdadero por el que un día rendí mi vida, y ahora que se me ha escapado entre los dedos como el agua del río, como el aire del cielo, ahora sé que valió la pena vivir esperando encontrar tu amor y morir sabiendo que fue de verdad.


Te quiero, Alejandra, te quiero, te quiero...

No hay comentarios: