sábado, 10 de enero de 2009

Soy de ti para siempre.


Vuelvo a mis letras sacudiéndome así la necesidad de hablar contigo. Regreso a este mar de palabras donde desahogar cada sentimiento nacido por ti. Y aquí, de nuevo, registro mis desvaríos amatorios ahora que sólo puedo soñar con amarte.

Seguimos compartiendo conversaciones, y en cada una de ellas encuentro una paz de la que nunca fui desposeído. Aunque sea en una distancia iracunda hallo en tu compañía el descanso para mi alma atormentada por el miedo a perderte.

Si te soy sincero disfruto mucho más los momentos de frases compartidas ahora que en los últimos tiempos de amor permitido, porque perdí un camino que era el del amor ensoñado, irreal, pero construído en ese mundo de fantasía que un día logramos crear.
He comprendido qué significa realmente este sentimiento, este tenerte sin tenerte, y sé que no importa ser el único que desee revivir una historia de amor porque en realidad nunca murió para mí.

Acaso atravesé una brumosa llanura que me hizo confundir la senda y acabar perdido entre una niebla perturbadora.

Quizás no haya más momentos íntimos como los hubo antaño. Tal vez se pierdan mis te quiero en livianas indirectas que a cada oportunidad que tengo te dedico y que tú perdonas. Tal vez sea así, no lo sé. Pero lo que tengo seguro es que no he dejado de buscarte, de sentirte, de soñarte y desearte, de quererte, y ni aunque pase el tiempo ni aunque tú silenciaras tu presencia frente a mí podrá borrarse este cariño que tanto bien me hace.

He regresado a quien fui en un principio, ese iluso soñador de Nunca Jamás capaz de realizar sus fantasías con tan sólo la imaginación. No deseo otros amores que jamás vendrán, ni otras damas que nunca me entenderán. Sólo deseo tu amor y tu nombre, tu fe y tu ser, tu sueño en mi sueño.

Tal vez la vida ya no me de una nueva oportunidad, o tal vez no sea la vida sino tú, no lo sé. Pero yo sí que le daré a la vida la oportunidad de aprovechar este amor que yo poseo, porque nunca me voy a cerrar a ti, única y verdadera, amor real y certero, mujer y niña a la vez.

Te tuve en un pedestal del que tú me pedías que te bajara, y en el que volví a posarte. Allí estarás siempre porque tú eres mi diosa, mi religión y mi fe. He vuelto a encontrar lo que perdí, el camino que se cubrió de niebla, y quieras o no, seguiré recorriéndolo contigo de mi mano, porque jamás voy a dejarte ir. Quizás te vayas, pero permanecerás en cada uno de mis pensamientos para siempre, porque así lo he decidido y así lo quiero.

Mi soledad, lejos de quebrantar esta fe que poseo en el amor que por ti siento, sólo ha logrado que más te ame y añore.

Mi pecado fue perderte, y la penitencia será amarte. Jamás una penitencia fue mejor regalo.

No seas mi amante si no lo deseas ya; no compartas tus sentimientos si te asusta lo que puedan significar; huye de mi lado si con ello te sientes más libre y tranquila, pero no esperes que yo deje ir este amor, porque hace mucho que soy de ti para siempre.

Te quiero, Alejandra, estés o no estés. Sólo a ti, sólo tú.

No hay comentarios: