martes, 6 de enero de 2009

Decir de nuevo "Te quiero".




Fuera el frío abriga con un gélido manto a los pocos viandantes que aún salpican las calles. La nieve amagó su blanco manto, pero no fue perversa; tal vez sólo quiso avisar.

Mis ojos se pierden tras los cristales, más allá de cuanto alcanzo a ver, mucho más allá.

En el horizonte he buscado tu presencia, la belleza de mujer que tu rostro me mostraba. Pero más allá de tu hermosa estética femenina he querido encontrar una fantasía que de tanto ansiada casi parece un recuerdo real. Tú y yo, frente a frente, como dos amigos separados por unas tazas de te, o unos vasos con refresco; qué más da. Tú y yo, cruzando palabras divertidas, encontrando complicidad y enmascarando sentimientos.

Y al final de un encuentro tan agradable, quizás en un paseo sin rumbo ni destino, una osadía salida de mi boca timorata, un instante de valentía quizás equivocada, pero convertida en necesidad.

-Alejandra -te diría.- Ya va siendo tiempo de marcharme, y en verdad no me apetece. Esta tarde ya anochecida ha sido distinta a cualquier otra que haya podido vivir. Y por ello, a la hora de la despedida, te guste o no, quiero decirte, mi pequeña estrella, que mis ojos sólo han mirado desde el corazón, y si mi voz ha callado lo que siento hasta ahora fue por no espantarte, que aún tenía tiempo para disfrutar contigo. Pero no puedo marcharme callando un te quiero que grita en mi interior. Sí, Aliss: te quiero y esta tarde, todo este tiempo, ha servido para darme cuenta de que nadie ha sido capaz de leer mis pensamientos aún antes de pensarlos siquiera hasta hoy. No sé si bruja o maga, o hada o qué, pero estoy bajo el hechizo de tu compañía, de tu presencia, de la necesidad de compartir cada palabra contigo, de hacerte reir, de ser un compañero de juegos, de brindarte mi consuelo y disfrutar con tus triunfos. Te quiero, mi sueño, y no podía irme sin hacértelo saber.

Aquí el horizonte transformado en un decorado de sueño irreal volvía a teñirse con el color real de un día frío y gris, y regresaba de esa fantasía a una realidad tan lejana de mis ansiados deseos.

Esos pensamientos cohabitan en mi mente con todo lo que existe, y aún más, gobiernan a su antojo mi memoria confundiendo sueño y realidad.

Es la locura de amarte, Alejandra, un amor del que no deseo despertar y en el que ojalá tú soñaras de nuevo conmigo.

Cómo me gustaría poder hablarte y decirte cuánto siento, lo que siento y cómo siento. Decir de nuevo "TE QUIERO".


No hay comentarios: