martes, 14 de abril de 2009

Una huída a ninguna parte.


Paseo mi añoranza entre espejismos de una presencia que nunca se consuma. Viajo más allá de mi propio horizonte en busca de una fragancia del pasado que resuma lo que he vivido gracias a ti y arranco recuerdos arraigados en lo más profundo de mi mente para poder presenciar tu divina hermosura femenina, pecado y redención a un mismo tiempo.

Pasa el tiempo y me encuentro cada vez más encerrado en un silencio dictador carcelero de unas palabras de amor que deberían llegar a ti, pero que permanecerán ocultas como penitencia.


Estoy perdido; perdido en la ilusión incumplida de tenerte entre mis brazos, de sentirte junto a mí tan sólo un instante que recordar toda una vida.


Quisiera no tener que soportar una ausencia tan lacerante, pero termina el día, cada día, y me encuentro que pasa otra jornada sin haber tenido la oportunidad de compartir un momento con la dama que arrasó en mi corazón cuanto de desierto había para convertirlo en un oasis. Y ahora, de nuevo el desierto se expande sucumbiendo mis fuerzas.


Cuánto se puede amar a una mujer aún sabiendo es un amor imposible.


¿Es de locos no rendirse a una evidencia que golpea cada vez con más fuerza? Quizás. Pero yo no tengo nada que perder en una espera improductiva pues lo que más quería ya se perdió en un pasado cercano.


Hoy estoy echándote demasiado de menos y eso emborrona mis letras, así que aquí dejaré los lamentos e iré a cerrar mis ojos, huyendo de todo lo que no deseo ver.


No hay comentarios: