viernes, 9 de octubre de 2009

Un amor que no perece.


Hola, mi pequeña estrella.

No sé cómo empezar a hablarte en esta noche; no sé qué decir sin reiterar los comienzos de otros escritos.

Ultimamente estás más presente aún en mi cabeza y te busco en cada rostro de mujer que cruza ante mis ojos. Cuando veo una lacia y larga cabellera del color del sol estival me quedo fijo buscandote en esa mujer, pero nunca apareces.

Entonces dejo volar mi imaginación y fantaseo con que eres tú quien camina en una continua pelea contra el viento por causa de tus cabellos. Y me imagino sonriendo, y tú me ves y simulando un enfado que no tienes me dices que si me hace gracia mientras con una mano intentas despejar tu rostro de la maraña de cabellos. Y te digo que lo que me hace gracia es que disimules tan mal que estás enfadada, porque te estás riendo. Y tú intentas hacerme creer que no estás de broma, pero al fin logro que de tus labios amanezca una sonrisa, y me dices que conmigo no juegas más, que siempre me salgo con la mía. Entonces soy yo quien retira con suavidad todos los cabellos de tu cara, y como si el viento se aliara conmigo, deja de jugar a enredarlos, y así me permite besarte y que me beses.

Y me dices: "no sé por qué te quiero tanto, si siempre te estás riendo de mí". Y yo te digo: "¿Cuánto me quieres?" "Muchos montones pequeños", respondes, y no me dejas hablar porque vuelves a besarme. Luego apoyas tu rostro en mi cara, suspiras, y me dices al oído. "Te quiero tanto por lo que me haces sentir cuando estoy contigo".


Como si fuera un cuentacuentos me relato historias diferentes cada día contigo como protagonista para evitar pensar en tu ausencia.


Si alguien me preguntara que por qué te quiero tanto la respuesta sería: "no lo sé". Pero sólo pensar en ti convulsiona todo mi ser, Alejandra, y vivir contigo en mi corazón es una liberación de mi propio espíritu que sólo podía soñar con amar y ahora ama de verad, aunque sea a un sueño.


Te quiero, "Basileia".

No hay comentarios: