sábado, 3 de noviembre de 2012

Otro otoño más.

Ya cayeron las pardas hojas sobre los verdes céspedes y los fríos invernales asoman sus largos brazos con los que nos trasladarán al invierno que se va acercando célere.
Algunas nieves se descolgaron cerca de mi ventana, allá sobre las cumbres serranas, avisando de que el sol no calentará más hasta una nueva primavera que aún vive lejana.
Y espero yo también a que esa primavera aleje de mi alma el frío que la abraza por melancólicas ausencias que salpican mis recuerdos de un ayer que cada vez me parece más que fue una fantasía.
No sé por qué no puedo olvidarte y seguir dibujando en el diario de mi vida otras sendas o caminos, una vez que perdí el que me llevaba a ti. Y aún busco en otros rostros tus ojos siempre imaginados, o ese cabello dorado que como una cascada infinita se descolgaba por tu espalda. Y pienso que no habrá labios como los tuyos, deseados como la fruta prohibida que nos alejó del paraíso, como un pecado en el que ya no podré caer.
Aún hay días en los que me sorprendo recreando lo que haces, con quién, cómo te sientes; inventandote una vida que ni sé si es próxima a la realidad o nada tiene que ver. No sé por qué lo hago, pero tampoco puedo evitarlo; me sale sin más. Acaso mi exceso de fantasía es el que me lleva a caer una y otra vez en esos pensamientos punitivos. Al menos no son habituales.
Quizás un día volvamos a charlar, y lo más probable es que haya hielo entre los dos aunque uno de ambos arda por dentro; o tal vez nunca más haya una encrucijada de caminos donde cruzar al menos una mirada y una sonrisa.
Sea como fuere, aún no estoy preparado para olvidarte, así que seguiré viendo las hojas caer y al frío acercarse mientras el tiempo continúa su viaje arrastrándome con él.


No hay comentarios: