sábado, 1 de septiembre de 2012

El final del verano.

El tiempo pasa, y mis palabras se han ausentado de este lugar de desahogo en un intento de olvidar algo que vive arraigado en mi interior.
Con la cercanía del final de este verano vuelve a encogérseme el corazón pensando en el frío al que se somete y esa soledad que siente ante la ausencia de ti.
La luna y las estrellas me llamaban cada noche estival preguntándome qué era de ti, y mi respuesta siempre repetía que ojalá lo supiera.
He intentado alejarte de mis pensamientos, pero el intento ha sido en vano. La huella que marcaste en mi alma es imborrable y me ha dejado una herencia de la que no puedo desprenderme.
Lo peor de todo es que a medida que el tiempo avance inexorable te iré idealizando cada vez más y con ello me haré tan dependiente del recuerdo que me dejaste que nadie podrá ocupar un lugar dentro de mí, porque ya no habrá vacíos; y peor que eso, aún, será el hecho de que todo eso que me llenará me dejará aún más vacío.
Complicado pero real, porque ya me está pasando.
Es posible que ya no sea de ti de quien vivo enamorado sino de lo que he acabado por escribir en mi memoria acerca de quién y cómo eres, y lo que significas para mí. ¿Real? ¿Imaginada? Ambas cosas a la vez.
Sea como fuere, sigues siendo la única persona que ha sabido encontrar el camino a mi corazón y dejarlo lleno de tu presencia, aunque te hayas alejado.

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