Mi pequeña estrella:
Cuánta añoranza puede albergar un corazón solitario como el mío.
Cada mañana al despertar acepto el hecho de que no despiertas a mi lado y sin embargo me niego a olvidarte.
No lo entiendo ni yo mismo, pero el sólo hecho de sentir este amor me impide pensar que algún día pudiera aparecer una estrella que apagara el brillo de tu luz, y es que una vez tuve un sueño y eras tú.
Hace poco alguien me dijo que yo sufría de complejo de Peter Pan; ¿sufrir? No. Disfruto en todo caso. Quizás no existen los príncipes azules ni las princesas de cuento de hadas, pero prefiero cerrar mis oídos a la letanía de la razón y pensar que tú eres esa princesa de cuento y yo el príncipe azul que te llevará a lomos de su blanco corcel en un imposible final feliz bajo la atenta mirada de una luna llena que tantas veces compartimos tú y yo.
Soy consciente de que si sigo así estoy abocado a la más absoluta soledad sentimental, pero es demasiado fuerte tu presencia en mí para borrarte de mi memoria. Y si te soy sincero me importa muy poco.
Hoy estoy sentimental y me empapo en tu recuerdo con la única intención de hacerte aún más fuerte en mí. Qué locura, ¿verdad? Supongo que soy un enfermo de amor, y esta enfermedad es crónica. Ya no hay cura una vez te conocí, porque la única cura eres tú, y no estás.
Hoy continúo contigo en mis sueños, anidando tu presencia en lo más recóndito de mi alma para que nadie pueda sacarte de allí.
¿Qué le voy a hacer si te quiero tanto, Alejandra? Sólo me queda seguirte amando aún a pesar de tu lejana ausencia, y sobrevivir a este amor imposible que un día imaginé y otro día tú lo convertiste en algo real.
Tuyo siempre...