Cuánto me acuerdo de ti en mi soledad, cuando nada ni nadie puede interrumpir mis devaneos emocionales. Me evado en imágenes ilusorias por acariciar tu presencia irreal y hacer de ella una fuente donde calmar la sed de mis deseos.
Te quiero sin querer porque no es algo que yo elija o pueda evitar. Te quiero porque un día mi corazón dijo "es ella", y sin darme apenas cuenta te fuiste instalando en mi propia vida.
Luego, con el tiempo envejeciendo, nos encontramos un día, de pronto, a millones de años luz de distancia y me vi privado de un cariño que dar sin negociar, de un amor que regalar por necesidad emocional. Y me vi despojado de caricias léxicas que llegaban de unas palabras nacidas de ti.
Hoy navego en un inestable barco de papel sobre un charco de lágrimas que se derramaron cuando comenzó a bajar el telón de tan preciosa función. Quizás aún no está cerrado del todo; tal vez si miro por debajo todavía alcance a ver el decorado que tantos sueños me ha regalado.
Sabes lo que significas en mi mundo aunque te lo niegues una y otra vez, y lo sabes como lo sé yo. No te culpo por no querer beber de este manantial desconocido, pero te aseguro que su agua es limpia y pura.
Hoy, como ayer, como mañana, seguirás estando en el centro de mi corazón, de mi alma, de mi espíritu, de mis pensamientos, de mi necesidad, porque tú, y sólo tú, eres el más grande e imposible de mis deseos, y como un loco que soy, seguiré en pos de una quimera hasta que esa locura se adueñe por completo de mi ser o hasta que el último aliento de fuerza se desvanezca de mí.
Porque te quiero; porque eres tú.