lunes, 9 de agosto de 2010

Fin.

Hoy he decidido terminar estas epístolas que ya no me sirven de consuelo.
Por mucho que escriba lo que me dicta el corazón no calma la desazón de un amor no correspondido ya, un sueño que creí equivocadamente alguna vez sería realidad.
Hoy despido todas las letras que durante este tiempo fueron la vía de escape a cuanto hubiera querido decirte, y las dejaré en ese mundo onírico que recreo cada vez que pienso en ti, aunque ya nada me calma el espíritu.
No soy una persona fácil de enamorar, pero contigo se derrumbaron barreras y barricadas, y llegaste a lo más hondo de mi alma. Hoy sigo en el mismo punto donde siempre estuve, fantaseando con un ser tan especial que casi es imposible que sea real, aunque existes. Te soñaba y seguiré soñándote aún a pesar de que ello implique acompañarme de una soledad que siempre estuvo conmigo, como fiel aliada en este viaje del que no quiero saber el destino ni la hora de llegada.
No voy a extenderme porque las despedidas nunca fueron mi fuerte, así que aquí cierro un libro de escritos dedicados a un amor que nunca me fue favorable y que no podré olvidar.