jueves, 21 de abril de 2011

Hoy me apetecía hablar...

Sopla el viento en esta noche templada, un viento del norte que no viene gélido esta vez y yo, como siempre, vago sin rumbo entre pensamientos inanimados, ocultos por la neblina de un ayer que mantiene anclada mi vida en el pasado, sin darme la oportunidad de vivir un futuro real.
He vivido el amor desde lo más hondo del alma, sintiendolo con todo el cuerpo y disfrutandolo con cada uno de mis sentidos. He recubierto mi mente de sueños deseados acompañados de tu presencia, como una magia infinta capaz de convertir el mundo a nuestro antojo, y al final...
... al final he perdido.
Pero esa magia que burló la poca capacidad racional de la que mi carácter dispone es la culpable de hacerme entender que quizás la felicidad es efímera, pero cuando se alcanza ya nunca se olvida, y yo, con tu sóla presencia, era feliz.
Mi amor hoy se mantiene fiel a tu belleza, incapaz de acomodarse en otro hombro ni otros labios, sin el ánimo de encontrar deseo en quien no sea tú. No puedo apartarte de mí y eso me lleva inexorable hacia una soledad emocional que viviré de la mejor manera que pueda.
Nunca había sentido esta especie de obsesión antes, quizás porque nunca amé así a nadie. Probablemente nuestros caminos acaben por no volverse a cruzar, aunque de vez en cuando aún compartimos palabras, cada vez más espaciados esos momentos en el tiempo, y me preguntaré qué es de tu vida, y muchas otras cosas que ya hoy me pregunto.
Es probable que yo no fuera el mejor compañero de viaje en esta vida tan efímera, pero si de algo estoy seguro es de que nunca podrías sentir tu corazón desamparado, porque mi amor va más allá de la propia existencia, y lo cuidaría y mimaría como si de el mayor de los tesoros se tratara.
Mi vida era entera para ti, y mi corazón siempre llevará tu presencia para no olvidarme de que el amor es el más hermoso de los sentimientos, aunque no sea correspondido.

sábado, 2 de abril de 2011

Te echo de menos, amor.

Hola, mi pequeña estrella.
Hoy, como cada día, estaba pensando en ti. A través de fotografías volvía a encontrarme con ese hermoso rostro que tanto me hace sentir. Al mirar tu imagen vuelvo a sufrir una especie de congoja e impotencia, no sé realmente cómo describirlo, que nace del vacío que me causa tu ausencia. Veo tu belleza, ahora tan distante, y me doy cuenta de que es más allá donde mis ojos llegan, donde mi corazón mira.
Sigo enamorado de ti, y cuanto más tiempo pasa más cuenta me doy de que el vacío que has dejado en mí no podrá llenarlo nadie. Se me encoge el alma sólo de pensar que no podré estar contigo, que no disfrutaré de tus risas ni aliviaré tu llano, de que mis manos no acariciarán tu piel. Se me oprime el pecho cuando al despertar, recuerdo que soñé contigo y paso la mañana perdido entre recuerdos reales o inventados en los que tú luces de protagonista, y comienzo a crear letras para canciones que yo mismo voy entonando por lo bajo, y algunas las escribo, y otras sólo las disfruto, o las sufro cuando son letras de adiós.
Es cierto, Campanilla: no puedo apartarte de mi mente, y te aseguro que lo he intentado, pero me rendí pronto. Tú has sido el verdadero amor de mi vida y por eso sé que no habrá otro igual, porque el tiempo ha demostrado que por mucho que pase y acumule soledad, y por muy lejos y ausente que te hagas, mi corazón seguirá al pie del andén desde el que te vi partir hace ya demasiado, mirando hacia un horizonte lejano sin saber muy bien por qué.
Ojalá pudiera llamarte amor, y ver entonces una sonrisa dibujándose en tus labios, y disfrutarla después besándote con pasión. Ojalá fueras tú mía siendo yo de ti.